sábado, 5 de marzo de 2011

YUNGAS DE BOLIVIA, LA TERCERA ES LA VENCIDA


Antes de iniciar la ruta hacia Coroico, decidí comer una comida caserita y cajellera de un puesto ambulatne como tantos otros en los que vengo degustado distintos menús. Unos ricos chorizos acompañados por arroz fueron la cena de las seis de la tarde.
Ya arriba del micro, el camino se presentó con varias vueltas de aquí para allá, en zigzag. El movimiento del micro como una lancha se trasladó a mi panza, que bailaba al ritmo del Van-Van. De repente empecé a sentir que el divertido bamboleo, empezaba a tener efectos colaterales. No voy a entrar en muchos detalles sobre lo sintomas por una cuestión de educación. Lo único que esperaba y deseaba con todas ansias era una parada técnica para resolver el inconveniente. Aguantaba y aguantaba, hasta que me di cuenta que si no paraba el micro la situación se iba a complicar. Desesperadamente busqué el papel higiénico en mi mochila, pero no lo encontraba. Aumenté en desesperación. Los segundos, adquirían una toma de conciencia sobre el valor del tiempo. Entonces, para no andar con vueltas y sumar segundos atiné a agarrar un par de hojas del cuaderno con notas de música de sikus y tarkas que llevo conmigo. Fue así que, con hojas duras en mano, me dispuse a cruzar el pasillo. En este dormían niños y niñas y se encontraban bultos de diversos tamaños y formas, pues me subí a los apoya brazos para cruzar. La carrera de obstáculos tuvo su fin en la cabina del chofer. Golpee una, dos, tres veces. Estaba exasperado, sufriente. No me contestaba. Hasta que golpee más fuerte. Me abrió la puerta y le pregunté cuando iba a hacer una parada, y me dijo “ya, ya”. Le dije yo palido “ya frena, que no puedo más”. Ni un segundo dudo, y freno. Yo salí sigilosamente y rápidamente despacio para la parte de atrás del coche. Llegó el momento de relajación. Esta situación de satisfacción, se puso tensa cuando empezaron a bajar los demás pasajeros y también iban para atrás del vehículo. Mi cara de desesperación por evitar que me vean, no me la puedo imaginar. La mejor respuesta que encontré decía “no me importo nada y seguí en lo tuyo”. Todos arriba, a seguir viaje.
Luego del traspié, todo fue dulces sueños.
Alrededor de las 10 de la mañana, llegó el micro a Yolosita donde me bajé para hacer trasbordo a Coroico. Esta ciudad ha sido declarada el primer municipio turístico de Bolivia. Se encuentra en la región de las Yungas. La región se caracteriza por tener un clima húmedo, con nieblas constantes y constantes precipitaciones, su paisaje es de verdes laderas donde se observan terrazas para el cultivo, este paisaje convive con precipicios, ríos y cascadas.


Era la tercera vez que llegaba a Coroico y esperaba que me sorprenda por sus maravillosos paisajes. Al llegar a la plaza del pueblo, lo que más me impresionó fue como había crecido la ciudad. Construcciones en altura, bares, almacenes, agencias de turismo, hospedajes de todos los precios, son el nuevo paisaje del pueblo que acompaña a su exuberante vegetación. 















Tenía la referencia del Residencial Coroico, y hacia ya me dirigí. 20 bolivianos era el precio y pedí por favor las llaves. Era una habitación compartida.
Fue un día de acomodamiento y de muchos encuentros. Por primera vez, me cruzaba con muchos argentinos subiendo o bajando del Cusco (inicio y destino final para muchos).
Mateadas, música y lectura me llevó el día hasta el anochecer cuando llegaba la hora de comer. Buscando lugar para cenar me encontré con un amigo laboral de Baires. La plaza iluminada con guitarreadas y vino, detrás de carteles que decían prohíbo beber, era el centro de reunión de todos los turistas y viajeros. Nosotros aceptamos las indicaciones del letrero y nos sentamos en un banco compartiendo solamente la palabra. Allí charlamos sbre las experiencias de nuestros primeros viajes por Bolivia. Nos reíamos de nosotros al ver como se repiten rituales, manera de pensar, de sentir, de búsquedas, preguntas y respuestas y de encontrar formas de vivir estos viajes por la juventud (los de 18 a 25 más o menos) sobre todo de argentina. La charla culminó con risas y abrazos, con la idea de volver a encontrarnos mañana para ir a Tocaña.
No quería irme a dormir sin comer. Todo cerrado, o el menú que aún sobraba: pollo a la broster. Sobre un puestito de hamburguesas clave mi olfato. Fue mi parada antes de dormir.



Al día siguiente, la mañana asomó con lluvia, que sólo invitaba a la mateada. El disco Radio AM de Raly Barrionuevo fue la compañía de todo el Residencial Coroico. Hasta que la lluvia no paró, no se me ocurrió mejor idea que leer y leer “La Mujer Habitada”. Cuando la lluvia paró no sabía qué hacer. Di vueltas y vueltas por el pueblo tratando de encontrar a mi amigo. Sin encontrarlo emprendí viaje al pueblo de Tocaña, con la idea de quedarme a dormir en el lugar.
Tocaña es una comunidad Abro-Boliviana conocida por la canción de los Kjarkas que se llama “Saya Morena”. Los africanos llegaron a las Yungas como esclavos, después de haber trabajado en las minas de Potosí, donde muchos murieron a causa del trabajo explotador, y el frio de la altura y los socavones. En el año 1952 fundaron su propia comunidad. Tenían su rey que ahora es su hermano el Rey Bonaficius II. Me impresionaba la historia y el hecho que de las dos veces que fui a Corioco con anterioridad nunca había ido a ese pueblo.



Para ir a Tocaña bajé a Yolocita en minibus y de ahí caminé unos 5 kilómetros por la carretera hasta un puente que debía ser cruzado por debajo. Un camino de subida indicaba el destiño de Tocaña. A penas inicié este camino, pasó un vehículo cuyo conductor me invitó a dar un aventón hasta Tocaña. Quien manejaba era un dirigente del pueblo de Polo Polo, a media hora de Tocaña. Conversamos amablemente durante la subida. Llegué a destino, me bajé y saludé al dirigente y su mujer, prometiéndoles visitarlos cuando vaya para Polo Polo. Cuando sali del vehículo, el conductor me hizo una señal con la mano que no comprendía. “¿Qué pasó?” Le pregunté. “7 bolivianos”, respondió. “¿Qué?”, le dije. Bueno el dialogó paso a discusión. No podía creer que me cobrara y mucho menos el precio. Me invitaban a llevarme y me querían cobrar. Si me hubieran dicho desde el inicio, no hubiera pagado, ya que andaba disfrutando del paisaje y no tenía problema de seguir caminando. Bueno la cosa es que se puso caliente la situación, más cuando intervino la mujer que desde la ventana del vehículo me gritaba “paga, paga”. No iba a pagar, y no lo hice. Finalmente, desistieron de seguir pidiéndome plata y se fueron.
Ya en lo que era Tocaña busqué el pueblo. Bueno resulta que sólo hay casas esparcidas por las laderas en la montaña, sin la plaza como centro de aquel. A poco de caminar por Tocaña, me di cuenta que no tenía mi mp4 en el bolsillo. “¿Dónde está? Si venía escuchando música por la carretera mientras caminaba hacia Tocaña” me preguntaba y me respondía. Y dije “No, lo dejé en el auto”. La puteada que me mandé. Tenía la rabia esperanzada de poder encontrar el auto y mucho más el mp4. Me disparé para el pueblo de Polo Polo, dejando atrás Tocaña.
Caminé y caminé con mucha velocidad, ya que la noche se apoderaba de las yungas y la luna marcaba ese destino. “¿Estará?, ¿Qué reacciones tendrán el dirigente y su mujer?” Me comía la cabeza con las distintas respuestas que creaba en mi mente. Casi llegando a Polo Polo, se encontraba el auto que estaba siendo lavado por sus dueños en un arroyito. Inicié un dialogó amable y le dije que creía que me había olvidado algo en su auto y quería saber si estaba. “Bueno, si te lo degastes, acá las cosas no se pierden” fue la respuesta. Ansioso me asomé por la ventanilla y allí estaba. Una satisfacción enorme sentí. Me despedí pero sin antes recibir el reproche de la mujer quien dijo ”Vez, eso te pasa por que no pagaste”. Bueno, no sé si esa fue la razón, lo dudo, ya que me pareció injusta la actitud de querer cobrarme.
Los planes de quedarme en Tocaña a dormir fueron desechos y emprendí viaje de regreso a Coroico desde Polo Polo. Un sendero entre medio de plantaciones de coca me llevó a la ruta hacia Coroico. Tuve la felicidad de encontrar un camino que me invitaba a reconocer un paisaje de un verde intenso, conociendo a la plata de coca de cerca.
Ya bien entrada la noche llegué a Coroico con ganas de cambiarme la ropa, bañarme y dormir. Al regresar al hotel donde había dejado mi mochila tuve una gran noticia. No iba poder alojarme. El motivo: la habitación compartida en la que estaba no podía ser ocupada sino no estaba completa. Mi compañero de habitación se había ido, y siendo las 10 de la noche no tenía alguien para reemplazarlo. El hostal no estaba lleno, pero dentro de la lógica económica del lugar, si yo ocupaba una habitación de dos camas, peligraba para la economía del hostal que lleguen justo dos pasajeros bien entrada la noche. Era algo poco probable que ello suceda, además sobraban habitaciones vacías.
Parecía un mal día. Me fui con bronca del hotel diciéndole que estaba escribiendo un diario de viaje recomendando alojamientos y que iba a decir que el Coroico Residencial iba a ser destacado por su mala atención. No sé si me entendieron pero me fui o mejor dicho me fueron.
Desesperado tenía que buscar hotel. Fui a uno, 25 bolivianos otro 30, otro 50. No encontraba lugar donde dormir, y cargaba mi mochila por las calles empinadas en subida y bajada. Finalmente, llegué a la plaza y fui directo a un alojamiento que estaba sobre ella con cara de cansado pidiendo que la habitación de 25 me la deje a 20. Argumentaban los mismos motivos para no dejármela a 20. Por lo tanto, aquellas personas que vayan solas a Coroico busquen pareja por lo menos de una noche para dormir más barato. Al final, pude convencer que no iban a llegar nuevos turistas, que había en el hotel habitaciones de sobra, que no tenía problema de compartir habitación, que sólo sería por un día y que mejor eran 20 bolivianos que nada. Mi batacazo de argumentaciones terminó convenciendo y/o cansando al administrador del hotel. Conseguí una cama.
Ya con cama y llave de la habitación me fui a la plaza nuevamente. Allí me encontré con tres chilenos que cantaban canciones de Violeta Parra, Victor Jara, los Quila, Inti, y otros artistas latinoamericanos. Desde el inicio pegamos una muy buena onda, nos entendimos rápidamente en gustos musicales y formas de pensar y vivir la vida. Terminó la guitarreada con “Compañero Presidente” de Ángel Parra y un bis de una décima de Violeta Parra registrada como “La denuncia”. Emocionantes temas.
Nos fuimos los cuatro a comer y seguir conversando sobre la realidad chilena, argentina, al fin y al cabo, sobre nuestra realidad latinoamericana. La charla se extendió hasta las 12 cuando vino la policía a decirnos, que no podíamos estar en las calles y que debíamos ir a nuestros hoteles. Nos adaptamos a las situaciones, con la idea de poder encontrarnos al día siguiente.
Un sol radiante coronaba el nuevo día en Coroico. Era un día especial para la ciudad, era la fiesta de Pepino. Este personaje es una persona que aparece en la previa del carnaval molestando, empujando, tirando agua a los pobladores del lugar, también turistas. Era tiempo del “Entierro” de Pepino que había hecho de las suyas por dos semanas. Esta fiesta simbólica fue precedida por las autoridades del municipio donde se habló de las actividades realizadas y por realizar por la gestión municipal, se dio entrega al Gobierno municipal de una pintura de Tupac Katari y Bartolina Sisa (ambos dirigentes indígenas que lucharon contra los españoles durante la guerra de liberación), y tocó un grupo de folklore boliviano. Fue muy grato compartir con el pueblo de Coroico esta festividad popular.
Terminó la fiesta y decidí que era momento para dejar Coroico y viajar hacia la Paz…

4 comentarios:

  1. Fuaaa! Wen!!! Que desesperación cagarte en el bondi!!! Yo tuve la misma reacción que vos cuando me quisieron cobrar el dedo, pero es así! Beso grande, seguí con las anécdotas que después lo imprimimos y editamos un libro! Cuando hablaste del pollo a la broaster se me hizo agua la boca, beso beso!! Victoria

    ResponderEliminar
  2. Decime que no eran los cifrados! Ni en mis mas locos sueños imaginé que terminarían en los mas intimos recovecos de tus necesidades.
    Bué... por lo menos quedaron en Bolivia!
    Segui disfrutando y comé bien!
    Besos!

    ResponderEliminar
  3. Monito: La primera parte del relato me recuerda a una casi idéntica experiencia que sufrí en un trayecto de un viaje en Perú jajaja!!
    es realmente desesperante!
    Mucha energía para lo que falta de tu hermos experiencia!
    Un abrazo fuerte cumpa!

    bocha

    ResponderEliminar
  4. buenisimas historias amigoooo¡¡¡¡¡¡

    ResponderEliminar