…Llegamos a Rurrenabaque cuando los gallos empezaban hacer su canto matinal. Un cartel que dice: “Rurrenabaque la Perla del Beni”, nos daba la bienvenida.
Rurrenabaque significa: “Laguna de los patos”. Está enclavado en una zona cálida y húmeda, de poca altura sobre el nivel del mar, sobre un río y con montañas a sus alrededores.
De noche y entrando en la madrugada resultaba difícil encontrar hospedaje, cuando las puertas de estos lugares estaban cerradas y no respondían al sonido del “toc toc” del puño cerrado.
Después de un recorrido nocturno junto a la cantata de los gallos, encontramos alojamiento en Los Tucanes. Nos ofrecieron hospedaje a 35 boliviamos y no dudamos mucho en aceptar. El lugar estaba muy bueno con sus hamacas paraguayas colgantes, el bar, el pool y la ambientación. Además, el cuerpo pedía cama.
Era 2 de febrero, y en ese día había fiesta popular, se recordaba la fundación del pueblo, en homenaje a la Virgen de la Candelaria.
Luego de una mañana en que dormimos lo suficiente para reencontrarnos con nuestra alegre rebeldía, necesaria para acompañar el festejo de la fundación de Rurre, fuimos a recorrer las calles y los locales que estarían abiertos hasta las 14:00 hs. Esa hora marcaba el inicio de la marcha de las distintas comunidades: Chimanes, Mosenetes, Chamas y Tacanascon con sus ropas y músicas propias.
Me fui a ver la marcha desde un cruce de calles que marcaba el inicio de la larga peregrinación de las comunidades locales. Todos los colores se estaban reflejando en la ropa de jóvenes, adultos y niños y niñas que bailaban al compás del grupo musical que los acompañaba.
Si bien todos los grupos que pasaban me llamaban la atención, a lo lejos empecé a escuchar un sonido familiar. Cada vez se escuchaba más cerca, hasta que pude visualizar el conjunto de tarkeadas “Cóndor Brillante” de la Comunidad de Piedras Blancas. Qué lindo sonaba, qué emoción tenía al ver al grupo de danza y música. Con mi mp4 me puse a grabar desde un costado para poder seguir tarareando la melodía y compartirla con amigos y amigas.
Les comento que la tarka es una flauta rectangular de madera de una sola pieza. En el sector del medio lleva seis agujeros para poner los dedos. Se acostumbra tocar la tarka con bombo y redoblante. Habitualmente se toca en época de carnaval.
No aguantaba más por preguntarles si podía compartir su música de ellos y sumarme a tocar con la tarka que me viene acompañando en el viaje. No sabía la respuesta que podía encontrar. Me dirigí hacia el guía del grupo y le conté que mi nombre era Wenceslao nativo de Buenos Aires Argentina, que en aquella ciudad tocaba en un grupo de sikus y tarkas llamado Wayra Qhantati (Vientos del Amanecer) y que quería saber si podía tocar. Una sonrisa de pocos dientes pero de un gran cariño acompañó un “sí, claro”.
Qué desafío poder tocar, me preguntaba si podría aprenderme el tema mediante el sólo espejo de ver dónde apoyaban sus dedos. No importaba nada, sólo el intento me colmaba de alegría.
A las cuadras de tocar, hicimos un impás y el guía aprovechó para saludarme efusivamente con un abrazo que se correspondió y luego me presentó a todos los integrantes de la tropa de tarkas y a los bailarines, comenzando claro por su gran esposa. No sabía cómo agradecerles la sonrisa que tenía con el corazón marcando el paso de la alegría. Qué mejor idea que comprar una botella de vino de la región de Tarija (Bolivia), y alcohol etílico. Se preguntarán para qué ésto último, bueno pues claro para tomar. Es una tradición en los grupos de sikus y tarkeadas tomar alcohol para calentar el cuerpo. Aquí la tradición se mantenía, pese al sol radiante que golpeaba nuestras cabezas. No es muy rico les voy aclarar, pero un sorbito se toma. Cuando tomas un poquito más de un sorbito, les aseguro que te voltea. Es muy difícil seguirles el ritmo, pero cuando se pasa en ronda la botella, no es muy bueno decir que no. Lindo pedalín me pegué. Por suerte, caminar y soplar la tarka ayudaba a no entrar en un bajón.
Caminamos tocando y bebiendo hasta la plaza principal, donde estaba la Iglesia y la patrona de la Candelaria. Junto a ella, las autoridades del jurado. Fue un momento donde los bailarines pusieron lo mejor de sí, y nosotros los tocadores hicimos llorar las tarkas en forma circular, sumándonos al baile.
Terminó la pasada y era hora de festejar el esfuerzo que realizó la comunidad de Piedras Blancas. Para el festejo cajones y cajones de cerveza, y a seguir tocando. Mientras celebrábamos, otros integrantes de otros conjuntos se sumaban al festejo pidiendo tarkas para tocar. Siguieron los festejos hasta que se hizo de noche y el conjunto se fue a un alojamiento de la Federación Campesina de Beni a seguir celebrando. Yo agradecí la participación y me invitaron a que al día siguiente me volviera a juntar para tocar la última pasada.
Estaba muy cansado, por lo que comí dos hamburguesas con picante y me fui a dormir.
Al día siguiente me dirigí a la Federación Campesina para volver a tocar. Las caras de borrachera y de dormir mal se reflejaban en todos los integrantes jóvenes y adultos de la comunidad. Fue así que se retrasó el inicio de la marcha casi dos horas.
En este segundo día me terminé de aprender bien el tema que se repetía una y otra vez. En la tocada por todo el pueblo, nos volvió a acompañar el alcohol etílico. Me costaba mucho tomar a las doce del medio día, pero mojando los labios hacía que tomaba y seguía su paso la botella en la ronda.
Ya no había autoridades, ni mucha gente en las calles, pero recibíamos al caminar aplausos de la gente de Rurre. Tenía la sensación de que los aplausos eran un agradecimiento por mantener nuestras tradiciones, por tocar y bailar lo propio de la cultura de los pueblos originarios.
El camino recorrido conjuntamente cruzó la plaza como el día anterior, pero siguió derecho hasta la Federación Campesina donde nos aguardaban más cervezas y un rico guiso.
Mi felicidad era muy grande, la sensación de integración me colmaba el corazón. Uno de mis objetivos del viaje era poder compartir la música andina con un conjunto de pueblos originarios.
En este segundo día, la Comunidad regresaba a sus pagos de Piedras Blancas. Yo, no encontrando más motivos para quedarme en Rurre, saqué pasaje para Yolosita - parada obligatoria para iniciar camino a Coroico-.
Fuertes y sinceros abrazos fueron la despedida, y recibí la invitación para que el año que viene vuelva al aniversario de Rurrenabaque. Del mismo modo, ofrecí una invitación a mi casa si algún día algún integrante viene a Buenos Aires…